martes, 20 de septiembre de 2016

Frases tristes de amor

Frases tristes de amor

  1. Cuando se ama intensamente, también se sufre de la misma manera. Hoy te has apartado de mi lado y no encuentro como soportar el dolor que parte a mi corazón en dos. Solo el tiempo intentará sanar mis heridas.
  2. Muy tarde te deje ir cuando por fin me di cuenta, de que nunca estuviste a mi lado realmente. Pienso en los instantes perdidos y las palabras sin significado que un día, lo fueron todo para mí.
  3. Imagine un mundo perfecto junto a ti que ahora se ha roto en mil pedazos. Creía que me dejaba llevar por el corazón que con tu sola presencia, parecía volverse loco de alegría. El problema es que tú nunca sentiste lo mismo.
  4. Aunque te sepa lejos, mis pensamientos no hacen más que volver hacia ti. Un día te convertiste en mi todo y al siguiente, reducías mis esperanzas a nada. Daría lo que fuera por arrancar tu recuerdo de mi memoria.
  5. Dime como hago para sacarte de mi corazón, que no conoce otra sensación más que la de la tristeza desde que decidiste entregar el tuyo a alguien más. Me equivoqué con mis sentimientos y lo peor es que no pude evitarlo.
  6. Creí que me contentaría con estar a tu lado, aunque no fuera de la manera que esperaba. Pero no sabes como duele el darme cuenta de que tu felicidad, se encuentra muy lejos de mí.
  7. Tal vez el día de mañana encontremos a las personas adecuadas, ahora que me queda claro que nuestra historia llego a su final. Pero incluso ahora tengo mis dudas sobre eso, pues nunca he sufrido tanto como el día en que te vi partir.
  8. Decir te quiero nunca fue suficiente para llenar este vacío; pues lo único que anhelaba era convertirme en el centro de tus pensamientos. Un imposible que hoy, se ha vuelto un dolor que tengo que llevar a cuestas.

Palabras


Palabras que duelen, palabras que ayudan

Dios nos dio la habilidad de comunicarnos para construir nuestras familias y amistades. Pero nuestras lenguas también pueden destruir relaciones. ¿Qué dice Dios acerca de nuestras palabras?

Sansón mató un león sólo con sus manos. Derrotó un ejército filisteo de mil hombres con la quijada de un burro. Su fuerza fue legendaria. Pero Dalila lo agotó y lo derrotó sólo con sus palabras.
“Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia”. Sansón le contó el secreto de la fuerza que Dios le había dado. Entonces ella lo vendió a sus enemigos (Jueces 16:16).

Herir y ayudar

Sansón no fue el único personaje de la Biblia que fue atrapado o destruido por palabras. Jezabel utilizó mentiras para deshacerse de Nabot, que era inocente, cuyo único crimen fue no querer venderle la heredad de sus padres al malvado rey Acab (1 Reyes 21:1-16). Las palabras soberbias de Nabucodonosor lo llevaron al destierro y a vivir como un animal durante siete años (Daniel 4:28-32). Y las duras palabras de Nabal casi hacen matar a toda su familia (1 Samuel 25:2-22).
Esto refleja el poder que tienen las palabras para causar daño. Como escribió el apóstol Santiago: “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3:8).
Pero la Biblia también nos da ejemplos de personas que usaron las palabras para ayudar y sanar. Después de que la respuesta grosera por parte de Nadal provocara  la ira de David, Abigail intervino. Su amable respuesta salvó a su familia (1 Samuel 25:23-25; Proverbios 15:1;  vea más acerca de este tema en nuestro artículo “Abigail: un ejemplo de prudencia”).
El apóstol que nosotros conocemos como Barrabas, recibió este apodo debido a sus inspiradoras palabras (Hechos 4:36). Otros buenos ejemplos bíblicos se destacaron por palabras amables, palabras sabias y palabras de paz (Lucas 4:22; Eclesiastés 10:12; Ester 9:30).
¿Cómo podemos evitar la comunicación nociva  y en su lugar utilizar una comunicación que nos sea útil?

   1. Evite demasiadas palabras

La Biblia nos advierte de los peligros de las palabras precipitadas y sin pensar. Tengamos en cuenta la instrucción de Jesús:
“Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36-37).
Es necesario tomar tiempo para pensar en  palabras de ayuda y que sanen; hablar de acuerdo a los impulsos de nuestra naturaleza  es como producir pepitas de sin sentido y rencor.
Y como dijo Salomón: “Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio” (Proverbios 18:13).
En lugar de apurarnos por llenar las pausas durante una conversación balbuceando lo primero se nos venga a la cabeza, podemos concentrarnos en escuchar y entender los pensamientos de la otra persona.
Dean Rusk, un ex-secretario de estado de los Estados Unidos, recalcó el poder de escuchar de la siguiente manera: “La mejor forma de persuadir a los demás es con sus oídos, escuchándolos”.
En el libro Escuchar: la habilidad perdida, por Madelyn Burley-Allen, se señalan los estudios que dicen que solo escuchamos con una efectividad del 25 por ciento. Después, ella pone a disposición unos consejos muy útiles para mejorar nuestra habilidad para escuchar, tales como:
  • Encuentre temas de común interés
  • Muestre interés
  • Esfuércese al escuchar
  • Evite las distracciones
  • Haga preguntas para aclarar y entender
  • Resuma (pp. 120-122)
En su corta epístola, Santiago compartió esta sabia frase: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19). ¡Probablemente por eso es que tenemos sólo dos oídos y una sola boca!
El consejo de Santiago también aplica al segundo punto:

   2. Evite las palabras destructivas

Muy a menudo las conversaciones se pueden volver como una competencia o incluso un combate, con asaltos verbales, comentarios punzantes despiadados y tableros de marcadores virtuales. Algunas veces esto es sólo por diversión, pero a veces los comentarios crueles duelen de verdad —y dañan la relación.
Una avalancha de palabras hirientes puede destruir algo más que nuestras amistades. Jesús advirtió: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:22).
¿Qué hay de los que merecen un escarmiento? ¿Está bien poner en su lugar a aquellos que se lo han ganado?
No. La Biblia nos advierte que no seamos como los falsos maestros que “No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda” (Judas 1:8-9).
¿Si usted no puede hablar mal de aquel que es malo, entonces de quién? ¡De nadie!
Si somos  tardos para hablar y tardos para la ira, lograremos  detener  la mayoría de las palabras despiadadas antes de decirlas.
¿Con que las deberíamos reemplazar?

   3. Aplique la ley de la bondad

En Proverbios 31 se puede ver uno de los retratos más positivos de un ser humano dado en la Biblia. Esta virtuosa o valiente mujer no sólo trabaja arduamente y es confiable, también sus habilidades para comunicarse son ejemplares.
“Abre su boca con sabiduría, Y la ley de clemencia está en su lengua” (Proverbios 31:26).
La bondad es un don de Dios y fruto de su Espíritu Santo (Joel 2:13; Gálatas 5:22). Cuando estamos aprendiendo a ser como Él, le agregamos “afecto fraternal” (2 Pedro 1:7).
La ley de la bondad se puede comparar con la Regla de Oro (Mateo 7:12). Debemos decir a los demás todo aquello que queramos que nos digan. Debemos escuchar a los demás de la misma forma que quisiéramos ser escuchados.
Aún más, deberíamos esforzarnos por comunicarnos de la manera amable, sabia y amorosa en  que se comunicaba Jesús. Los comunicadores según Dios son pacificadores misericordiosos, no acusadores hipócritas (Mateo 5:7, 9; 7:1-5). Tienen en alta estima a los demás y velan por los intereses de otros, no solamente los propios (Filipenses 2:3-4). Y se concentran en lo positivo:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
Si nos concentramos en estos aspectos positivos, éstos van a estar en nuestras conversaciones también, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
Dejemos que la ley de la bondad controle nuestras palabras, evitando palabras dañinas e inútiles y utilizando palabras que sanen en su lugar.

Palabras que duelen mas que un golpe



Hay palabras que duelen mas que un golpe


Un golpe no siempre es la forma de generar más dolor en alguien, más de una vez las palabras pueden doler más que un golpe físico.
Esta es una imagen con frase que podrás compartir tantas veces como quieras, en la misma vemos la inscripción: Hay palabras que duelen más que un golpe, y son más fuertes cuando las dice la persona menos pensada…
Hay palabras que duelen mas que un golpe
Escuchar una palabra hiriente puede ser mucho más doloroso si proviene de un padre, un hermano, un amigo, un novio, una novia, o un ser querido. Ya que de ellos no esperamos este tipo de palabras que lastiman, de ellos sólo esperamos bondad y buenos sentimientos.
Existen derrotas, pero nadie está a salvo de ellas. Por eso es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotados sin siquiera saber por qué se está luchando.


domingo, 18 de septiembre de 2016

Palabras que duelen


Palabras que DUELEN

palabras que duelen

“No te van a querer ni los perros”, era la frase que ella siempre usaba para retar a sus hijos cuando se portaban mal. Primero, venía el pellizcón, y después, como de remate, esta frase punzante, aguda. Seguramente, si le preguntan, ella los educó con amor. Y en nombre del amor, dijo frases como estas…


“¿Quién quiere otro choripán?”, preguntó Carlos en el cumple de su hija. Ella estaba festejando sus 19 y él se había ofrecido de asador. “¿Quién quiere otro choripán?”, insistió. “Vos no, mi amor, que estás muy gorda”, fue la frase que disparó delante de todos sus amigos. Ella se puso roja de vergüenza, un nudo enorme le cerró la garganta y no comió más. Se levantó despacio y la soledad de su cuarto adolescente fue el mejor refugio hasta la madrugada del día siguiente. El padre murió preguntándose qué hizo mal esa noche.

“Vamos, no seas mariquita”, le dijo su profesor de natación cuando él –que en ese momento tenía 6 años– pidió una toalla al salir de la pileta porque tenía frío. Y todos sus amigos empezaron a reírse. “Mariquita, mariquita”, le gritaron. Y el profesor, lejos de hacerlos callar, los alentó. Nunca más volvió a nadar. (Y nunca, en 34 años de vida, apoyó sus labios en los labios de una mujer.)

“Sos un elefante dentro de la clase”, le dijo su profesora de Dibujo el primer día del primer año del secundario. Ella venía de un primario impecable, donde Dibujo era su materia preferida. Y era, para hacer honor a la verdad, una joven promesa. Ese año, se llevó Dibujo a diciembre. Volvió a dibujar 28 años después, cuando –terapia mediante– descubrió cuánto la había inmovilizado esa frase.

El Perito Moreno fue el lugar elegido para festejar sus 10 años de casados. Caminata por el glaciar, todos los turistas en hilera para no resbalarse. Ella iba delante; él, detrás. “Tu culo me tapa todo el sol”, fue la frase que eligió él para hacer un chiste. Y no entendió por qué esa noche ella se encerró en el baño a llorar.

Son frases que no te matan, pero te marcan para toda la vida. Frases de mierda. No importa cuántas horas de terapia le dediques a deshacerlas, ellas están ahí… rondando, para reaparecer sin previo aviso. Son frases que, cuando las contás, te parece que estás exagerando, que no pudieron ser así, que quizá las recordás mal… Entonces descubrís la crudeza de esas palabras.

Lo bueno es que un día, porque ese día –créanme– finalmente llega, te sacas uno por uno todos los puñales que te clavaron en el cuerpo y en el alma, te haces un sana, sana, colita de rana y descubrís que no fueron dichas con odio, que los responsables de escupirnos tamañas frases son seres que cargan, a su vez, con otras frases.

Y entonces llega el perdón. Y perdonamos. Más adelante –bastante más adelante– viene la compasión. Es ahí cuando volvemos a sentirnos felices, con ganas de caminar sobre el Perito Moreno más allá del tamaño de nuestro culo, de nadar y gritar: “Tengo frío, tráeme una toalla”, de hacer una lista con toda la gente que te quiere. Porque no solamente te quieren los perros…

PERO… todos, tratemos de pensar antes de hablar… ya que las PALABRAS QUE DUELEN tardan muchos años en salir del corazón del otro, y hasta a veces no salen… No perdamos tiempo con los que queremos, porque perdonar lleva mucho tiempo…
PENSEMOS ANTES DE HABLAR…
TRATEMOS DE NO HERIR EL CORAZÓN DE LOS QUE MAS AMAMOS…
“PALABRAS DE AMOR, ALEGRAN EL CORAZÓN”.
PALABRAS QUE DUELEN
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"No te van a querer ni los perros", era la frase que ella siempre usaba para retar a sus hijos cuando se portaban mal. Primero, venía el pellizcón, y después, como de remate, esta frase punzante, aguda. Seguramente, si le preguntan, ella los educó con amor. Y en nombre del amor, dijo frases como estas...
"¿Quién quiere otro choripán?", preguntó Carlos en el cumple de su hija. Ella estaba festejando sus 19 y él se había ofrecido de asador. "¿Quién quiere otro choripán?", insistió. "Vos no, mi amor, que estás muy gorda", fue la frase que disparó delante de todos sus amigos. Ella se puso roja de vergüenza, un nudo enorme le cerró la garganta y no comió más. Se levantó despacio y la soledad de su cuarto adolescente fue el mejor refugio hasta la madrugada del día siguiente. El padre murió preguntándose qué hizo mal esa noche.
"Vamos, no seas mariquita", le dijo su profesor de natación cuando él –que en ese momento tenía 6 años– pidió una toalla al salir de la pileta porque tenía frío. Y todos sus amigos empezaron a reírse. "Mariquita, mariquita", le gritaron. Y el profesor, lejos de hacerlos callar, los alentó. Nunca más volvió a nadar. (Y nunca, en 34 años de vida, apoyó sus labios en los labios de una mujer.)
"Sos un elefante dentro de la clase", le dijo su profesora de Dibujo el primer día del primer año del secundario. Ella venía de un primario impecable, donde Dibujo era su materia preferida. Y era, para hacer honor a la verdad, una joven promesa. Ese año, se llevó Dibujo a diciembre. Volvió a dibujar 28 años después, cuando –terapia mediante– descubrió cuánto la había inmovilizado esa frase.
El Perito Moreno fue el lugar elegido para festejar sus 10 años de casados. Caminata por el glaciar, todos los turistas en hilera para no resbalarse. Ella iba delante; él, detrás. "Tu culo me tapa todo el sol", fue la frase que eligió él para hacer un chiste. Y no entendió por qué esa noche ella se encerró en el baño a llorar.
Son frases que no te matan, pero te marcan para toda la vida. Frases de mierda. No importa cuántas horas de terapia le dediques a deshacerlas, ellas están ahí... rondando, para reaparecer sin previo aviso. Son frases que, cuando las contás, te parece que estás exagerando, que no pudieron ser así, que quizá las recordás mal... Entonces descubrís la crudeza de esas palabras.
Lo bueno es que un día, porque ese día –créanme– finalmente llega, te sacas uno por uno todos los puñales que te clavaron en el cuerpo y en el alma, te haces un sana, sana, colita de rana y descubrís que no fueron dichas con odio, que los responsables de escupirnos tamañas frases son seres que cargan, a su vez, con otras frases. Y entonces llega el perdón. Y perdonamos. Más adelante –bastante más adelante– viene la compasión. Es ahí cuando volvemos a sentirnos felices, con ganas de caminar sobre el Perito Moreno más allá del tamaño de nuestro culo, de nadar y gritar: "Tengo frío, tráeme una toalla", de hacer una lista con toda la gente que te quiere. Porque no solamente te quieren los perros...
Tratemos de pensar antes de hablar... ya que las PALABRAS QUE DUELEN tardan muchos años en salir del corazón del otro, y hasta a veces no salen... No perdamos tiempo con los que queremos, porque perdonar lleva mucho tiempo... PENSEMOS ANTES DE HABLAR... TRATEMOS DE NO HERIR EL CORAZÓN DE LOS QUE MAS AMAMOS...
"PALABRAS DE AMOR, ALEGRAN EL CORAZÓN"...